Cambios en el trabajo, una ruptura sentimental, la pérdida de un ser querido, problemas económicos, una catástrofe natural, épocas de exámenes, son situaciones que pueden generar altos niveles de estrés, ya que se asocian a cambios en el estilo de vida, a la sensación de incertidumbre, al temor de no saber cómo actuar.
Se trata de episodios de nuestra vida que demandan mucha atención, concentración y esfuerzo físico y/o mental y que, poco a poco, pueden ir desgastando nuestras fuerzas, mermando nuestra capacidad de adaptación a nuevas situaciones.
Cómo reaccionamos
El estrés es una reacción normal de los seres humanos. Se trata de la respuesta que nuestro organismo presenta ante un desafío físico o emocional. Esta respuesta puede variar, de ahí que cada persona reaccione de forma diferente ante los factores que se consideran estresantes.
Cada individuo es capaz de tolerar diferentes grados de tensión, nervios y estrés, y lo que a uno puede sobrepasarle, puede significar para otro un empujón positivo para activar su cuerpo, mente y energía. Es decir, una situación estresante (presenciar un accidente, por ejemplo) puede hacer que una persona se quede paralizada y no sepa cómo reaccionar, mientras que, para otra persona, puede ser un incentivo y ayudarla a actuar (motivándola a prestar los primeros auxilios a los afectados, por ejemplo).
Pero, ¿qué hace que una situación sea estresante para una persona y no lo sea para otra?
En primer lugar, el carácter de cada individuo, así como sus vivencias previas, determinará en gran medida qué situaciones se convertirán en estresantes y cuáles no. También la actitud de cada persona frente a los retos que le plantea la vida y la situación personal que esté viviendo en ese momento.
Cómo reacciona nuestro cuerpo
Cuando el estrés se prolonga y sufrimos episodios de forma intensa, es posible que aparezcan trastornos y afecciones de salud relacionados con los niveles elevados de ansiedad, angustia e incertidumbre, sensaciones típicas de las situaciones estresantes. Es muy habitual sentir:
- Reacciones físicas como dolor abdominal y de cabeza, tensión muscular, aumento de la frecuencia cardíaca, elevación del ritmo respiratorio, sudoración, manos frías, fatiga, etc. Incluso aparición de manchas en la piel, pérdida de cabello y sistema inmunológico debilitado.
- Cambios en la conducta como tartamudez, reacciones impulsivas, apretar la mandíbula, aumento del consumo de ciertas sustancias, risa nerviosa, llantos, etc.
- Reacciones psicológicas como incapacidad para tranquilizarse, pensamientos negativos, cambios de humor, cansancio, confusión, etc.
Consejos para gestionar el estrés
Para controlar o prevenir el estrés y sus consecuencias para la salud, lo ideal es seguir una serie de consejos:
- Resulta esencial mantener un buen estado físico. Para ello hay que seguir una dieta sana y equilibrada y realizar actividad física. Además de descansar correctamente.
- Es muy útil aprender a relajar cuerpo y mente. Practica técnicas de relajación basadas en el control de la respiración, como la meditación u otras actividades que pueden ayudar a desestresar el organismo y a aliviar las tensiones musculares.
- Establece límites, organiza tu tiempo y da prioridad a las actividades y tareas que realmente merecen que les dediques tiempo.
- Exterioriza los pensamientos y sentimientos. Dar a conocer nuestras sensaciones a las personas que tenemos cerca para que sepan en todo momento cómo nos sentimos y qué pensamos.
Pide ayuda
Para saber si se trata de un episodio de estrés localizado o si el problema se ha convertido en un trastorno de ansiedad generalizada hay que prestar atención a los síntomas físicos y mentales que padecen. Cuando aparecen sensaciones de pánico, vértigo, respiración rápida, taquicardia, pensamientos negativos, irritabilidad, cambios de humor, etc. muy a menudo, incluso cuando la situación no es amenazante, es posible que el estrés se haya convertido en un problema de salud grave. En estos casos, lo ideal es pedir ayuda a un profesional. Tu médico de cabecera puede ayudarte, o derivarte a un especialista en psicología (ya sea un psicólogo o un psiquiatra).